“Salomón dice que la sabiduría es un infinito tesoro para el ser humano, pues ella es el aliento de la fuerza divina y un rayo de la gloria del Todopoderoso. Ella es el resplandor de la luz eterna, un inmaculado espejo del poder de Dios y una imagen de su bondad. Ella enseña a los hombres disciplina, comprensión, justicia y fuerza. Ella penetra en las palabras veladas y sabe desvelar los misterios. Ella conoce las señales y los milagros con anterioridad y sabe lo que traerá el futuro.”
Johann Valentin Andreae, Fama Fraternitatis Rosae Crucis, 1614
“No se puede perseguir nada más grande, con la sensata guía de los sabios, que indagar si es posible alguna vía eficaz para extraer de las almas humanas las densas tinieblas de la ignorancia y las controversias, y para llevar al mundo el fulgor de la sabiduría, con la ayuda de Dios, que siempre es misericordioso con nosotros.”
Jan Amos Comenius, Via Lucis, 1642
C omenius mantuvo correspondencia con el autor de los Manifiestos Rosacruces, Johann Valentin Andreae. En una de sus cartas, fechada en 1628, manifiesta su admiración y le solicita que le admita como uno de sus alumnos más entusiastas. Andreae le responde que se siente viejo y cansado de luchar, pero ante la insistencia de Comenius que le apremia para que enseñe a nuevos combatientes, le escribe nuevamente en 1629:
No he escrito solamente un ideal o una historia. Hace unos ocho años, éramos un grupo de hombres de gran renombre que nos reuníamos en torno al ludibrium [juego, escenario, teatro] de la vana Fama. Y muchos otros estaban dispuestos a unirse a nosotros cuando estalló la guerra que dispersó a todo el mundo. Algunos se lamentaron de que la mayoría murieran, otros se mezclaron en las revueltas, y algunos otros se desesperaron. En lo que a mí concierne, estimé suficiente recoger las velas. Aquellos de entre nosotros que sobrevivieron, agotados, no son suficientes para limpiar los establos de Augías.
Os transferimos de buen grado los restos de nuestro naufragio, felices si nuestra empresa no fracasa por completo. Servíos de nuestro consejo y continuad con nuestra causa con fuerza.
Al mismo tiempo, le remite una de sus obras, Imago Societatis Christiana [Imagen de la Sociedad Cristiana], a través de la cual Andreae intenta fundar en 1620 una nueva fraternidad cristiana, después del aparente fracaso de la Rosacruz.
La idea de una reforma general y la firme convicción de una nueva era luminosa para la humanidad, antes del final de los tiempos, está presente en los dos autores. Y si la Confessio Fraternitatis afirma: una vez más, Dios ha decidido conceder al mundo, cuyo fin sobrevendrá poco después, la verdad, la luz y la dignidad… para aliviar la naturaleza humana, Comenius subraya en su Via Lucis: No hay duda de que la luz universal irradiará antes del fin del mundo.
Por razones puramente estratégicas, Comenius no podía hacer alusión en sus escritos a los rosacruces. Era suficientemente realista como para comprender que la menor prueba de simpatía hacia ellos proporcionaría un motivo a los fanáticos de la iglesia y el estado para combatir el conjunto de su programa de reforma.
Pero en su vejez, Comenius abandona la prudencia y escribe una de sus obras más radicales, Clamores Eliae, Los clamores de Elías. Allí establece claramente que su propio programa de reforma está en consonancia con la reforma universal del mundo a la que tendían los rosacruces. Además, califica a la Unitas Fratrum, de la que es guía, como la primera realización de la Fraternidad Rosacruz.
Igualmente, critica mordazmente a los reformistas protestantes, acusándoles de que han puesto más energía en polemizar que en convencer. Expone que otros, como Hus, Weigel o Arndt, se han orientado no tanto a la reforma de la doctrina, sino ante todo a la reforma de la vida. Y se lamenta que, a estos últimos, pocos les escuchan, pues hasta ese momento, entre los hijos de Eva, el árbol del conocimiento sigue teniendo más éxito que el árbol de la vida.