E l Laberinto del Mundo y el Paraíso del Corazón es una de las obras de juventud de Comenius. Expone la historia de un joven peregrino que desconoce a qué profesión dedicarse y recorre el mundo antes de tomar una decisión, para “investigar todos los asuntos que atañen al hombre bajo el sol”.
La obra está escrita en tono autobiográfico. Relata en ella su viaje iniciático, mostrando las diversas desgracias por las que pasa en su vida y presenta el mundo como un complicado laberinto en el que nada parece tener sentido.
Durante el viaje es acompañado por dos personajes, Fisgalotodo Omnipresente (ubicuidad) y Espejismo (engaño) que le colocan unas bridas hechas de “curiosidad” y unas gafas para ver el mundo como lo quiere la reina Sabiduría, también llamada Vanidad.
El peregrino es conducido por sus dos acompañantes a una torre muy alta, desde donde pueden ver la Ciudad del Mundo, rodeada de abismos y con dos puertas, la de la “Vida” y la de la “División”. Para traspasar la puerta de la “Vida”, el “Destino” escribe en un papel la misión que cada persona tiene que realizar para poder entrar en la ciudad.
El primer contacto del peregrino con la ciudad es el Mercado Central, donde la gente se dedica al intercambio y al comercio. Allí todo el mundo usa una máscara para relacionarse. Lo que consiguen en sus negocios depende mucho de su habilidad para usar esas máscaras. Muchos tienen deformidades faciales o parecen monstruos, aunque se comportan como humanos. El peregrino no logra comprender cómo consiguen entenderse, ya que cada uno habla una lengua distinta.
Durante su viaje, el peregrino busca la salida del laberinto,
donde la educación adquiere un lugar privilegiado.
Aborda la vida del ser humano en la tierra,
a la manera de un viaje cuyo destino final es la morada divina,
la vuelta al paraíso del corazón.
El Laberinto del Mundo es una afilada crítica a la falsedad del ser humano. En la obra se desenmascara la realidad del mundo y anticipa el sentido de la vida de Comenius como reformador, invitando al lector para que regrese hacia su interior, hacia el corazón. Hacia el paraíso del corazón.
En esta obra, escrita hacia 1623, aparece un capítulo dedicado a los caballeros rosacruces. En él se burla de tales caballeros, como si fueran un grupo de buhoneros charlatanes que se dedicaran a embaucar a las pobres gentes.
Podemos suponer que Comenius conoció los Manifiestos Rosacucres durante sus estudios en Alemania hacia 1613 pero, al mismo tiempo, fue testigo de la enorme confusión que tales textos produjeron al ser publicados.
Por doquier aparecieron numerosos escritos y panfletos, en pro y en contra de la Rosacruz, que la mistificaban, caricaturizaban o, simplemente, la denigraban. Esta situación desbordó a quienes habían concebido la historia simbólica de Cristián Rosacruz y, poco a poco, se alejaron de ella. Sin embargo, la idea original de la Rosacruz, es decir, la creación de una nueva sociedad cristiana basada en los valores herméticos del cristianismo, nunca fue abandonada por completo. Y Comenius, sin duda, recogió el testigo de este ideal.
El tono que usa Comenius nos recuerda mucho el segundo día de Las Bodas Alquímicas, cuando Cristián Rosacruz se encuentra con un numeroso grupo de personajes que, sin haberse preparado convenientemente, se vanagloria de haber sido invitado a las bodas y se jacta de sus capacidades: Uno pretendía oír el susurro del cielo, un segundo aseguraba que podía ver las ideas de Platón, y un tercero decía que era capaz de contar los átomos de Demócrito. Varios, incluso, habían inventado el perpetuum mobile.
Todos ellos son llamados hacedores del lapis spitalauficus, denominación irónica del lapis philosophicus, la piedra de los sabios alquímica. Encontramos esos mismos hacedores en El laberinto del mundo:
Todo cuanto estos buhoneros vendían iba bien envuelto en cajitas pintadas y bellamente decoradas con diferentes inscripciones: puerta de la sabiduría, baluarte del saber, doctrina de la totalidad, lo bueno del macrocosmos y del microcosmos, armonía de los dos mundos… Pero a todo comprador le estaba prohibido abrir lo que comprara, pues la sabiduría secreta tenía un poder tal que actuaba a través del envoltorio, pero si éste se abría, entonces tal poder se esfumaba.