“Si de nuestro cuerpo venimos al mundo exterior, a la naturaleza, tampoco nos interesa ésta por sí, sino por relación al espíritu[…]
Si desapareciese el mundo del espíritu, ¿qué quedaría? La creación perdería su sentido. Dios hizo al mundo para el hombre.”
Francisco Giner de los Ríos, Espíritu y Naturaleza
“Será la escuela, en sus distintos grados, reflejo de la sociedad de su tiempo y digno germen de la venidera; disponiendo al joven, merced a esa atención que obliga a dirigir hacia todos los horizontes visibles e invisibles, para que emancipado gradualmente de su tutela bienhechora, entre en plena posesión de sí mismo y entre también en el concierto del mundo, el ánimo orientado y sereno, armado de todas las armas y apto para llevar de frente las múltiples relaciones de una vida cada vez más compleja.”
Francisco Giner de los Ríos, Discurso Inaugural Curso 1880-81
L La Institución Libre de Enseñanza, la ILE, es la experiencia pedagógica más interesante llevada a cabo en España en los dos últimos siglos, quizá en toda su historia. Heredera de los ideales de la Ilustración, incorpora además el componente espiritual que le aporta su filiación krausista.
El krausismo, introducido en España por Julián Sanz del Río, maestro de Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), aporta el componente filosófico-pedagógico esencial de la futura fundación, ante todo el rechazo del dualismo materia–espíritu. La élite krausista, expulsada de la Universidad, crea en 1876 una institución paralela, la ILE, que se propone, a través de la educación, transformar la sociedad española de la época.
Los principios pedagógicos que presiden la ILE concuerdan con lo esencial del krausismo y con el ideario que propugnara Comenius tres siglos antes: educación integral del individuo como núcleo creador y dinamizador de la sociedad, en un “ambiente” creativo y de respeto al otro y al entorno natural; integración armónica de ciencia y naturaleza; valoración de la intuición como instrumento de conocimiento propio y de la realidad circundante; consideración del ser humano como un ser con destino propio y a la vez integrado en las corrientes universales.
Y, sobre todo, -lo que más importa-, una educación capaz de despertar en sus almas un sentido profundo, moral, delicado, piadoso; un amor a todas las grandes cosas, a la religión, a la naturaleza, al bien, al arte…
En cuanto a la práctica educativa dice Cossío, hijo espiritual y continuador de Giner:
El mundo entero debe ser, desde el primer instante, objeto de atención y materia de aprendizaje para el niño, como lo sigue siendo más tarde para el hombre. Enseñarle a pensar en todo lo que le rodea y a hacer activas las facultades racionales es mostrarle el camino por donde se va al verdadero conocimiento, que sirve después para la vida. Educar antes que instruir; hacer del niño, en vez de un almacén, un campo cultivable. Y entonces la cátedra es un taller, y el maestro un guía en el trabajo; los discípulos, una familia; el vínculo exterior se convierte en ético e interno; la pequeña sociedad y la grande respiran un mismo ambiente; la vida circula por todas partes, y la enseñanza gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompa y en gallardas libreas.
De todo ello habrá de derivarse una sociedad justa y en consonancia con los valores de la modernidad ilustrada; y, en última instancia, con el Bien, en un sentido hermético y platónico.
Y, sobre todo, -lo que más importa-, una educación capaz de despertar en sus almas un sentido profundo, moral, delicado, piadoso; un amor a todas las grandes cosas, a la religión, a la naturaleza, al bien, al arte…
La ILE nació como una institución “neutra”, separada de la Iglesia y el Estado, dos poderes coercitivos que, según sus fundadores, impedían una educación libre y universal. Ella influyó de forma decisiva en la intelectualidad de la llamada Edad de Plata (1902-1939), y de sus aulas salieron personalidades muy significativas en todos los ámbitos de la sociedad española de la época. Por su influjo directo el gobierno de la Segunda República creó las Misiones Pedagógicas, el teatro ambulante La Barraca y el Teatro del Pueblo, entre otras iniciativas, para llevar la educación y la cultura a todos los rincones del país; además de la Residencia de Estudiantes, foco de cultura superior donde convivieron Juan Ramón Jiménez, Dalí, Lorca, Buñuel… y expusieron sus teorías Einstein, André Breton y Madame Curie.
La institución desapareció con la guerra civil y sus bienes fueron confiscados por la dictadura, hasta su restitución en el año 1978, ya en plena democracia, a la Fundación Giner de los Ríos.
Hoy, la aventura de Giner, Cossío, Azcárate, Salmerón… nos sigue inspirando, quizá porque ahora más que nunca se hace necesario un espíritu integrador que armonice saber científico y creación artística, filosofía y gobierno de los pueblos. A difundir este sentido universal, educador e íntimo, que no tiende a instruir, sino en cuanto la instrucción puede cooperar a formar hombres, aspira con sincero esfuerzo la Institución Libre.
Y para ello, qué mejor herramienta que una acción educativa nueva, con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, atenta al tiempo y a la eternidad.