“Jesús dijo: Si os dicen vuestros guías: Mirad, el Reino está en el cielo, entonces los pájaros del cielo os precederán. Si os dicen: está en el mar, entonces los peces os precederán. Pero el Reino está dentro de vosotros y está fuera de vosotros. Cuando os lleguéis a conocer, entonces seréis conocidos y sabréis que vosotros sois los Hijos del Padre Viviente. Pero si vosotros no os conocéis, entonces vosotros estáis en pobreza y vosotros sois la pobreza.”

Evangelio de Tomás, Biblioteca de Nag Hammadi, siglo II

“Cuando estos espíritus cayeron del cielo, comenzaron a cantar el cántico de los cánticos de Sión […] Y Satán les dijo entonces: “¡Os llevaré a las tierras del olvido, donde olvidaréis lo que decíais y teníais en Sión!” Y les hizo túnicas, es decir, cuerpos de la tierra del olvido.

Y le pregunté al hereje: “¿cómo os acordáis de lo que ha pasado en el cielo, si estos espíritus han olvidado lo que tenían en él?” Respondió que había venido alguien de parte de Dios el Padre, que nos ha devuelto la memoria y nos ha mostrado, con la Escritura que ha aportado, cómo volver a la salvación y cómo escapar del poder de Satán. Y dado que salimos del Reino por nuestro orgullo, nos ha mostrado cómo regresar, después del dolor y el sufrimiento que hemos soportado en este mundo yendo de túnica en túnica.”

Declaración de Pèire Mauri, creyente cátaro, siglo XIV

“No os carguéis de cosas de las que no tenéis necesidad, contentaos con lo poco que es útil a vuestra comodidad y alabad a Dios. Si carecéis de toda comodidad, sabed entonces contentaros con lo estrictamente necesario. Si incluso habéis sido privados de todo lo necesario, tratad de manteneros a vosotros mismos. Si tampoco lo podéis hacer, desataos de vosotros mismos, pero cuidad de ataros a Dios. Quien posee a Dios ya no desea nada. Posee el bien supremo y la vida eterna con Dios y en Dios, eternamente y para siempre. Y esto es la culminación de todo lo que se puede desear.”

Jan Amos Comenius, Lo Único Necesario, siglo XVII

P ara los antiguos, Dios estaba presente en todas las cosas. Lo divino estaba íntimamente unido a los seres humanos, de una manera absolutamente natural. Eran los neter de los egipcios, los traviesos dioses del Olimpo griego, o los manes, dioses domésticos de los romanos.

La tradición cristiana que se impuso como oficial construyó, sin embargo, una visión religiosa en la que el ser humano estaba completamente separado de lo divino. Los teólogos pensaban y la jerarquía imponía aquello que había que creer, haciendo hincapié en la caída y la culpa como cargas inexorables en este “valle de lágrimas”. Así, cualquier aspiración, por más pura y auténtica que fuera, se topaba con el muro de la especulación teológica y el miedo a la herejía.

Frente a esa concepción, gnósticos, maniqueos, cátaros y otros heterodoxos propugnaron el reencuentro con el dios interior, con la chispa divina presente en cada uno como una perla de luz. Para ellos, lo importante no era la culpa del ser humano, sino el olvido en el que éste se encontraba por haber perdido el recuerdo de su origen. De esta forma, la humanidad se hallaba sumida en una ignorancia fundamental, de la cual había que ayudarla a salir por medio del conocimiento, la Gnosis.

Tales concepciones fueron consideradas heréticas por la teología ortodoxa, y sus seguidores, perseguidos y aniquilados. Pero el fuego de las llamas no consiguió apagar el fulgor que provocaron tales enseñanzas.

Antecesor de la reforma protestante, Jan Hus (1370-1415) se enfrentó a la iglesia romana en busca de una renovación del cristianismo. Del movimiento husita surgió la Unidad de los Hermanos Moravos, basada en una práctica de vida evangélica en común de gran pureza, honestidad y fraternidad. Comenius fue miembro de dicha comunidad y llegó a ser el obispo principal de la misma. Toda su obra respira un insondable carácter religioso y, al mismo tiempo, está colmada por el anhelo de alcanzar la plenitud del desarrollo humano a través de la luz que propaga la sabiduría.

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